viernes, 11 de diciembre de 2009

Capítulo 5 (completo!!!!)


Alguien una vez me preguntó qué veía reflejado en el espejo cuando me miraba, y me sorprendí al no saber que responder. Las sombras se habían calado en mis huesos, y una masa amorfa me sustituía, el ente que me observaba no llegaba a ser ni una milésima parte de la persona que había sido.
Hoy era un día como aquel, en donde me sentía vacía, fatigada por el simple hecho de existir, la poca fuerza que tenía apenas mantenía latiendo débilmente el corazón y en un estado casi letárgico la frecuencia respiratoria. Debía levantarme, pero entre el deber y el querer existía una gran brecha que parecía infranqueable. La bipolaridad que reinaba últimamente en mi vida, si a eso se le podía llamar vida, no era agradable, felicidad nocturna y malhumor diurno, mi alma se alimentaba de irrealidad y no era saludable.
- Descubrir dones es importante, descubrir dones es importante, tengo que levantarme – repetí suavemente como queriendo creer lo que decía, pero entre lo poco que había dormido y las trémulas olas que batían en mi interior me fue imposible.
Mierda, no puedo estar cayendo nuevamente, esto no se trata solamente de mi. La decisión había sido tomada y era obvio que con ella llegaran sus repercusiones, porque no todo es caramelo en la vida. ¿Quién me creía para hacer y deshacer a mi antojo? Deslicé las sábanas a un lado y salté de la cama. Cambié mi pijama por un conjunto de gimnasia y descalza me encaminé a comenzar la búsqueda de la aguja en un pajar de incertidumbre. ¿Por dónde empezaba?
- Buen día querida, por favor no desayunes, es importantes que estés lo más vulnerable posible para encontrar lo que buscamos -
- Hola Gabriel, pensé que estabas en la sala – respondí exaltada.
- Siento haberte asustado, no era mi intención. Si estás lista es mejor que comencemos, no tenemos mucho tiempo -
Nos sentamos en el suelo, sobre una fina manta morada y me quedé mirándola en espera de instrucciones.
- El que sepas el comienzo de esta guerra no es necesario, pero si el funcionamiento – dijo con un suspiro y luego continuó:
- El creador facultó al hombre con libre albedrío y este descubrió prontamente el pecado, que no fue más que una falta contra la verdad y la razón, negando la ley eterna, poniendo en riesgo la vida de gracia que él nos daba y amenazando con la condenación eterna. – explicó manteniendo duramente el entrecejo fruncido. Sin dejarme formular pregunta prosiguió:
- Los pecados de menor importancia eran absueltos mediante la penitencia o una constricción de corazón, pero con el correr del tiempo la maldad se hizo más poderosa y surgieron los pecados mortales que al cometerlos llega el tormento eterno en el infierno. Los demonios pervierten esperando a que la persona caiga en estos, y así en un estado de fragilidad extrema absorber el alma y la energía. Si respetaran los tratados entre el cielo y el infierno, deberían quedarse al margen, esperando las almas que San Pedro deniega el ingreso al paraíso. No comprendo como el Altísimo no actúa, es absurdo pensar que ellos acatarían las reglas, su esencia se regocija en la trampa, y nosotros debemos ponerle fin definitivamente a este ultraje. – sus palabras resonaban en mi pecho alentándome al combate, y en verdad no importaba el comienzo, sino el fin de este asunto. El que ellos eran los malos y nosotros los buenos había quedado claro, pero ¿tan legible y arbitraria era la línea que nos separaba? ¿Desde cuándo solo existían los extremos? Tal vez presintiendo la duda, ella argumentó:
- Querida, es por eso de la importancia de que pongas todo tu esfuerzo en encontrar ese regalo tan bello que el grandioso te otorgó. Día a día la situación se hace más difícil, los delitos espirituales arden en deseo y la fe en nuestro padre se está perdiendo, no se resisten a lo prohibido… a lo perverso, y hacen más difícil nuestro trabajo, que al fin y al cabo se basa en dar esperanza. Apártate de lo tangible, déjate llevar por el abrazo eterno del todopoderoso, y de esa forma rasgarás la envoltura que lo oculta, al igual que una chiquilla en su quinto cumpleaños. – No necesité nada más, deje el miedo a un lado y salté al precipicio de la ignorancia, para que un mar de amor y paz me dieran vida.
De aquel órgano tan noble brotaron haces de luz que recorrían el cuerpo y lo abrazaban suspendiéndolo en el aire. Las facciones del rostro se suavizaron y una ráfaga de aire acarició mi cabello y llevó frescura a cada punto del cuerpo que tocó. La inmensidad se formó en mi pecho, haciendo la respiración lenta y segura. Luego la necesidad de compartir la experiencia se apodero de mi voluntad y con solo desearlo un hilo dorado me unió a Gabriel. La sonrisa que se formó en sus labios fue la señal de que lo había logrado.
Por ser la primera vez había quedado exhausta, y no para menos, según Gabriel había llevado casi al extremo mis energías. Debía continuar practicando, tenia la sensación de que la adversidad se haría presente antes de lo pensado. Las horas habían pasado y ya casi debía estar en el instituto. Tome los libros y abrí el refrigerador buscando sobras de la noche anterior para saciar mi voraz apetito. Dios, obligaciones, aunque estoy cansada, Gabriel había dicho que debía ir a clases, porque era bueno que tenga un poco de normalidad en mi vida, ¿normalidad? ¿Se refiere a la distribución de probabilidad de variable continua que aparece en los fenómenos reales? Ok algo me había quedado de lo visto en el instituto, pero igual no creo que haya en estos momentos normalidad alguna. Mientras mordisqueaba los bordes de un trozo de pizza, recordé que no había estudiado en lo absoluto. Espero que la videncia no sea otro don, porque lo único que vislumbraba en mi futuro cercano era la cara que iba a poner cuando me entregaran un examen sorpresa.
Desde el inicio del día todos parecían desaparecidos, y ahora ¿quién me llevaría al colegio? Esa fue una pregunta un tanto infantil e innecesaria, porque ya sabía la respuesta: nadie, mejor me apuraba o llegaría tarde.
En contra de los pronósticos, las clases no solo fueron agradables, sino que me infundieron ganas de estudiar, y aunque la noche era dueña del cielo, deje de lado el buen juicio y decidí quedarme en la biblioteca a volver a la casona. Era la primera vez que iba alli, pero no fue tan difícil encontrarla, carteles por toda la institución anunciaban su ubicación como incitando a los alumnos a que acudan a ella. Era simple al igual que el resto del lugar. Unas pocas mesas en el centro estaban ocupadas. Elegí sentarme cerca de una ventana, la tranquilidad de la noche siempre me inspiraba. Varias láminas de cuadros famosos colgaban enmarcadas en las paredes. Hombres dispersos en lección de anatomía, campos de dorados girasoles, una sonrisa que no lo era, la noche estrellada, el beso eterno, la última cena, el tiempo que se escurría. Ante todo el despliegue de talento un cuadro llamó mi atención, el artista no era conocido, pero la escena plasmada en el trozo de lienzo si lo era. Un arcángel de blancas alas y armadura romana mantenía sobre el suelo aprisionado a un demonio semidesnudo, con intención de blandirle la espada en su espalda. La conversación que había tenido con Gabriel me golpeó duramente, yo no iba a matar a nadie, pero tampoco podía dejarlos que continuaran con su malévolo jueguito, debía encontrar solución a este problema o estaría perdida.
La brillante moneda de oro blanco que iluminaba la noche, me alertó de la hora, debía apresurarme o de lo contrario me perdería la cena. Ágilmente comencé a bajar las escaleras saltando de a dos los escalones, y un tanto agitada empuje la puerta. A unos pocos metros de donde me encontraba, estaba aparcado aquel auto negro que el día anterior casi atropella. ¿Estaría él aquí? ¿Si me viera me reconocería? La ansiedad por saber de él me carcomía. El golpe que hizo al cerrarse la puerta del automóvil me hizo volver a la realidad. Solo recordar mis sueños me derretía, pero verlo parado en carne y hueso era inexplicable, una sola palabra podía definirlo: majestuoso.
Aunque en las fantasías nocturnas me petrificaba, ahora era diferente, sentía su energía merodeando cerca de mi cuerpo, sobrevolándolo como un ave rapaz, provocándome, probándome cuan fuerte era al resistirme a su encanto.
Por el ángulo más alejado de mi visión capté una pelirroja que se acercaba contorneando morbosamente las caderas incitando al sexo a cualquiera que la viera e infundiendo terror al mismo tiempo. Paso por mi lado como si no existiera, golpeándome en el hombro, y haciendo que pierda el equilibrio. No solo que caí al suelo, sino que rasgué el pantalón en la rodilla con el único trozo de vidrio que había en los cien metros de acera.
Levanté la vista del suelo para incriminar a esa perra, tratando de culparla por mi suerte, pero las palabras se disolvieron al igual que todo a mí alrededor. Ella se enroscaba tal una víbora, rozando sensualmente las partes de su amante, envolviéndolo, excitándolo. Pero él no era mejor, la posicionó para que me diera la espalda, y comenzó a recorrerla con lujuriosos besos, mientras que su mirada se mantenía fija en mí. ¿No les daba vergüenza montar aquel numerito en la vía pública? ¿Qué significaba ese gesto arrogante? Desconocía la intención, pero el enojo que se había formado en mi interior no tenía precedentes. Los segundos parecían horas, todo se hacía tan lento… a pesar de eso me puse de pié y comencé con mucho esfuerzo el camino a casa.
Como Alegra y León no estaban, la cena fue austera y aburrida. Gabriel para cortar el silencio comentó el descubrimiento de mi don, pero Mercia respondió indiferentemente. ¿Qué le sucedía a esa chica? Supongo que no teníamos feeling. Luego de retirar los platos de la mesa, lavé la vajilla y me marché al dormitorio. Realmente necesitaba un poco de privacidad. Tanto tiempo había estado en soledad, que me resultaba extraño y hasta a veces asfixiante el estar constantemente con personas.
El contacto de las blancas sábanas, me llevaron inevitablemente a pensar en Abiel, en su misterio, en la oscuridad, en lo real que parecía a la luz de la luna, no obstante todo su ser como lo conocía se esfumaba con el alba. Frente a tantas incógnitas algo era seguro, el nocturno nos unía, nos llamaba al encuentro, y era lo que necesitaba esta noche.
Un azul marino tan oscuro que se confundía con negro, dominaba el cielo. Busque a la luna en aquella inmensidad, pero no estaba. Me conformaba con una sutil estrella que iluminara el camino, pero tampoco. Sin la luz, la oscuridad reinaba y no me permitía distinguir nada a mi alrededor. La visión era innecesaria, solo representaba un buen recuerdo.
Había depositado tanta confianza en ese sentido que ahora me sentía indefensa. Lo que me rodeaba se movía a mi alrededor en un baile frenético y terrorífico intentando tocarme, hacerme suya, suspirando en mi oído.
Rodee las piernas con los brazos escondiendo la cabeza entre ellos, tratando de que todo vuelva a ser como antes. Dios no me dejaría sola, necesitaba paz y seguridad. Invoqué a mi don mentalmente haciendo que cada músculo experimentara la relajación de sus fibras y los órganos se llenaran de amor. Batí los brazos en el aire agradeciendo por la vida y luego los llevé a la tierra para que el tacto despertara y me dijera en donde me encontraba.
Las minúsculas papilas táctiles rozaron la suave y flexible gramilla absorbiendo su naturaleza. Lo desconocido captó mi atención, no era nada de lo que hubiera palpado antes, lo liso fue aterciopelado y a la vez esférico. La curiosidad dejó a la búsqueda de la seguridad en segundo plano y múltiples preguntas se formaron en segundos: ¿Sería resistente a la presión? Pero ¿y si era tan friable que al presionarlo desaparecía? Era demasiado tentador…
Al rozar la nariz con la punta de los dedos, notas dulces activaron el olfato, un toque de acidez hizo disminuir la sensación y eso acrecentó la liberación de lubricante en la boca. Era como si el gusto rogara por probar aquel fruto salvaje. En el preciso momento en que la pequeña esfera se unió a mis carnosos labios, calidez y humedad se expandió por todo mi cuerpo de la misma forma como lo haría la grácil electricidad. Una abertura se fue creando entre ellos, haciendo que el fruto cayera sobre la ansiosa lengua dispuesta a saborearlo. Corroboró lo que el olfato había detectado, pero no era suficiente, quería más, sabía que el interior era aún más delicioso. Cuando los dientes suavemente agrietaron el fruto, un espeso zumo escapó de su interior haciendo que los receptores de acidez se regocijaran con aquel manjar. El fuerte músculo se movió ágilmente queriendo adueñarse de la sensación, pero era tiempo de que continúe su viaje y la garganta descubra lo prohibido. Los sentidos ardían por saber de él, luego de mucho tiempo habían despertado captando lo que a cualquier humano le sería indiferente.
Aunque la visión estaba en vano, las pupilas se dilataron, y el corazón comenzó a contraerse y relajarse rápidamente llevando vital alimento a todos los músculos. Estos se posesionaron en forma defensiva, preparando todo para una cercana huída. Cuando el peligro se hizo conciente, supe que alguien me acechaba, pero no aquí, sino lejos; a un cuerpo, que aunque me pertenecía, no era este, sino uno que yacía tendido en una cama relajado todavía por aquel manjar de los dioses. Traté con todas mis fuerzas volver a él, pero no lo encontraba y eso hacía que la desesperación creciera. Un lazo dorado brillaba a lo lejos, llamándome a que lo siga, y así lo hice, cayendo en el sin fin de oscuridad que tantas veces había transitado.
La familiaridad se hizo presente, pero el peligro había desaparecido. ¿Todos mis sueños en algún momento se iban a transformar en pesadillas? Porque últimamente así era.
Cambié de posición en la cama haciendo que la suavidad acariciara mi oído descargando cosquillas. Abrí los ojos de par en par y allí estaba, reposando sobre la almohada una perfecta orquídea tan oscura como el petróleo con pintas rojas casi indistinguibles. Algo en ella era espeluznante, ese algo que la caracterizaba parecía no poder ser captado por los sentidos. Mi mente la contempló descubriendo cada uno de sus detalles hasta llegar a las pintas rojo borgoña que se movían lentamente con el cambio de posición, como desprendiendo vida, ¿magia? Claro que no, era sangre y no precisamente mía...

1 comentario:

  1. uyyyy qué significan esos sueños... y qué onda con esa orquídea....... mmmmm.......

    "Mi mente la contempló descubriendo cada uno de sus detalles hasta llegar a las pintas rojo borgoña que se movían lentamente con el cambio de posición, como desprendiendo vida, ¿magia? Claro que no, era sangre y no precisamente mía..."

    Con esto me has dejado muy intrigada, a esperar el siguiente capítulo...

    Besos

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